Comentario
La nueva monarquía fue capaz de derrotar, en poco más de un año, al ejército carlista que, al comienzo de 1875, todavía controlaba gran parte de las provincias vascas, Navarra y Cataluña -aunque ninguna de sus grandes ciudades- y extensas zonas de Aragón y Levante. La guerra colonial en Cuba también fue liquidada con éxito en 1878. Aun siendo esto muy importante, el hecho de mayor trascendencia ocurrido en los primeros años de la Restauración fue la formación de un nuevo sistema político. Gracias a él, se resolvió con éxito el que era -como ha señalado José Varela Ortega- el principal problema desde la formación de un Estado liberal centralizado, con absoluto predominio del poder ejecutivo: el problema de la gobernabilidad. El análisis del proceso de formación y de los principales elementos del nuevo sistema político, puede servirnos de hilo conductor en la historia de los inicios de la monarquía restaurada.
Es habitual atribuir a un solo hombre, Antonio Cánovas del Castillo, la inspiración del sistema político de la Restauración. Y ello es correcto, siempre que se tenga en cuenta que el proyecto no era completamente original ni exclusivamente de Cánovas. En efecto, las ideas de Cánovas procedían de una tradición que hundía sus raíces en las dos grandes corrientes del conservadurismo europeo: las que arrancan de Edmund Burke y los doctrinarios franceses, respectivamente; dicha tradición era favorable a la continuidad histórica, los términos medios y las soluciones de compromiso -lo que hoy llamaríamos una posición de centro- y propugnaba el acuerdo y la alternancia en el poder de los partidos liberales. En España, esta línea de pensamiento se remontaba al grupo puritano del partido moderado -en el que Cánovas había iniciado su vida política en 1847-, y había tenido su principal manifestación en el partido de la Unión Liberal. No obstante, era una corriente minoritaria entre los liberales españoles, prácticamente marginada durante largos períodos. A fines del reinado de Isabel II, un representante extranjero confirmaba las palabras escritas por un colega suyo en 1852: "La palabra moderado está en boca de todos, pero no existe en ninguna parte: los que son prudentes y conservadores viven en los límites del absolutismo, mientras que aquellos que son ardientes y liberales, están al borde de la revolución".
Por otra parte, muchas de las ideas que Cánovas defendía a la altura de 1874 estaban en el ambiente; el político malagueño no hizo sino concretar lo que amplios sectores de la sociedad española -desde luego las clases propietarias- estaban demandando en aquellas circunstancias: particularmente el fin de la guerra y la estabilidad política, el ansia del vivir, como ha escrito Raymond Carr.
Lo que sí cabe apuntar en el haber exclusivo de Cánovases el diseño concreto del sistema y la dirección de su proceso de construcción. Una vez proclamado Alfonso XII, Cánovas tuvo no sólo el poder sino también la autoridad que le daba el reconocimiento social de su talento. Era el hombre adecuado en el momento preciso. Y su actuación fue determinante en la configuración legal y práctica del sistema.
Por ello es lógico que comencemos considerando cuál era el proyecto político de Cánovas, para seguir tratando de la forma en que este proyecto se plasmó en una Constitución -la de 1876- y en la vida política, mediante la formación de dos nuevos partidos -el liberal conservador y el fusionista-, y la práctica electoral, todo ello bajo el arbitraje de la Corona.